lunes, 4 de junio de 2007

Obras completas, de Alejandra Pizarnik

“Arbol de Diana de Alejandra Pizarnik (quim): cristalización verbal por amalgama de insomnio pasional y lucidez meridiana en una disolución de realidad sometida a las más altas temperaturas. El producto no contiene una sola partícula de mentira (…)”
De esta forma comienza Octavio Paz el prólogo. Por destrucción de las formas convencionales, reproduciendo (reelaborando) la más convencional de las formas de la palabra, la del diccionario.
Acaso en Pizarnik uno de los puntos más altos sea la escritura de homenaje, justamente, la reelaboración de sus lecturas más intensas (entre ellas la del propio Paz) con los destellos de su propia luz. Y es esa dirección la que va a tomar esta edición de sus obras completas, incluyendo al final sus escritos en prosa, en donde esta vertiente, sin renunciar a los actos poéticos súbitos e inesperados, rompe con cierto tono de la tradición crítica.
Paz atraviesa el prólogo ofreciendo, además de la química, definiciones que vienen de la botánica, la mitología y la etnografía, y finalmente de la fisiología. Otra forma de hablar de esos elementos y sus estados.
Y cuando, hacia el final, recomiende la prueba a los críticos de nuestra lengua, dirá: (…) el Árbol de Diana no es un cuerpo que se pueda ver, es un objeto (animado) que nos deja ver más allá, un instrumento natural de la visión (…)

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